27 julio, 2011

MUROS

Son muchos años conviviendo conmigo misma, con el ser que habita en eso que algunos llaman “entrañas”, conociendo sus prioridades y debilidades y sus apuestas cuando le toca elegir entre hacerle caso a la vocecita de la izquierda en forma de diablo o hacerlo a la que se sube al hombro y susurra en el oído derecho como si de un ángel se tratase. Puedo decir que la conozco como la palma de mi mano, sí.

Pero tanto conocimiento se detiene siempre que llego al mismo punto en que cuestiono mi fortaleza y sus límites. Hay veces en que pienso que los muros de esa fortaleza están tan agujereados que cualquiera puede colarse y es entonces cuando puedo estar trabajando  de sol a sol para tapar esos orificios. No es casualidad que siempre termine poniendo en una balanza mi grado de proteccionismo y la importancia de esos que atravesaron el muro y nunca sea capaz de quitar el peso para obtener respuesta por miedo a encontrarme una balanza inclinada hacía  el lado que menos me esperaba.

No hay comentarios:

Publicar un comentario