Todos los humanos odian con todas sus fuerzas llegar al capítulo final de la novela que durante semanas fue su libro de cabecera y al igual ocurre cuando alcanzan el acto final de esa obra que durante meses prepararon con entusiasmo para hacer vibrar al público… Y es que, a la hora de la verdad, da igual cuál sea nuestro grado de frialdad y cuál el de sensibilidad, de cómo se repartan estos dos pesos tan pesados en nuestra balanza personal porque a la hora de la verdad todos sentimos miedo cuando somos conscientes de que estamos llegando al final, que el camino que durante tanto tiempo nos mantuvo vivos se termina y en nuestra mano queda cómo seguir.
Esa sensación entre miedo y aflicción aflora en el momento en que cerramos el libro o mientras el aforo irrumpe con aplausos mientras lentamente se baja el telón porque es en ese instante cuando recordamos que los capítulos y actos pasados fueron los que nos mantuvieron vivos por tanto tiempo y que quizá la obra merecía otro final.
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