22 agosto, 2011

CAMBIOS

Hace unos años descubrí una frase que se convirtió en mi lema, decía algo así ‘Los errores son una fuente de sabiduría’. Comprobé que así era, coincidencia o no, así que la mantuve como filosofía de vida hasta que empecé a ver cómo no hacía falta un error para aprender, la experiencia y los años te hacen más cauto y previsor y aprendes a vaticinar con mucha exactitud las consecuencias de no sólo tus actos sino de los que te rodean y que, directa o indirectamente, te acabarán afectando.

Y así fue, de repente te das cuenta de que la vida cambia de un momento a otro, que todos los planes que en tu mente creaste pueden saltar por los aires en unos segundos y que ya nada te devolverá a esa época porque todo habrá cambiado, que los pensamientos y sentimientos son producto de la situación que vivimos en cada momento y que ambos son extremadamente sensibles a las explosiones y que ya nada se puede hacer cuando incluso tú has cambiado.
De repente, por un segundo, reflexionas acerca del giro que tomaste, un cambio de dirección en una sola decisión que te ha enseñado, de nuevo, que por mucho que nos empeñemos en buscarla tiene que ser ella, la que nos busque a nosotros quienes sin darnos cuenta nos encuentre esa  a la que llaman felicidad. Y para que eso ocurra tendrás que estar preparado, porque aparecerá en las pequeñas cosas, aquellas invisibles hasta para los ojos más avispados.

Y todo esto lo piensas un domingo mientras vuelves a la que en época estival dejó de ser tu casa para convertirse en un lugar de paso en el que hacías tiempo y esperabas con anhelo el siguiente encuentro con los de verdad.


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