Cuando los años pasan y los vestidos de Nochevieja, la última noche del año en la que dicen que se olvida lo malo de los últimos 365 días, se agolpan en el fondo de armario y te das cuenta de que hay algo que ni con el paso de los años cambia, comienzas a pensar que quizá no tenga por qué cambiar.
Y recuerdas cuando te enfrentabas a situaciones en las que no contabas con un colchón como apoyo, y es extraño cuando todos mejor o peor deberíamos contar con él. Pero eso sucede cuando tomas la decisión que te llevará por el terreno más abrupto, tú decisión, esa que nadie entiende pero que no cambias por ninguna otra, porque para ti esa es la correcta.
Unos lo tachan de cabezonería mientras que otros son más primarios y lo llaman “rarezas”, pero ninguno de los dos lo entendió ni lo entenderá, porque precisamente eso es lo que dicen que te caracteriza, que ni el paso de los años te ha hecho amoldarte a los pensamientos de la masa, que por otra parte pienso que no es ni virtud ni defecto sino compromiso con uno mismo, porque a la hora de la verdad sí ni siquiera permaneces inmóvil a tus propios principios no habrá nada a lo que te mantengas fiel.
Por eso, que me sigan llamando rara y que nadie entienda mis rarezas…
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