02 noviembre, 2011

CARTELES




Tras el cartel malpuesto por las prisas que cuelga de la puerta de tu establecimiento de siempre y que anuncia ‘Cerrado por motivos personales’, existen muchos porqués. Está aquel que decide colgar este improvisado aviso para tomarse unos días de relax lejos de la ciudad porque tanta rutina le abruma o el que decide comenzar un año sabático cargado de viajes en el que no descansará ni para cambiar de equipaje. Pero lo cierto es que son miles y muy variados los motivos por los que todos alguna vez decidimos parar.  

No somos conscientes de la importancia y el lujo que desprenden quince minutos de soledad porque estamos acostumbrados a vivir rodeados y es que, ¿quién puede reflexionar sobre su día en el metro a hora punta? A veces, no necesitas optar por un viaje que te lleve lejos de casa ni siquiera dar un volantazo de 360º que ponga patas arriba toda tu vida para saborear este disputado manjar. Cada decisión es consecuencia de una época y modus operandi de la misma, y elegir parar y colgar el cartel de ‘Cerrado’ era la alternativa que siempre se me había resistido.
Pero los carteles son eso, papeles que en una palabra son capaces de describir una situación y tienen el gran poder de condensación de explicar al cliente que se acerca hasta el establecimiento de siempre de que no estás y no sabes cuándo volverás. Porque absolutamente todos, hasta el empresario que trabaja 12 horas seguidas, tiene un día en que decide parar, respirar y vivir y un simple rotulador negro sobre un folio en blanco que diga ‘Cerrado’ será suficiente para tomarse un día, una quincena o una vida dedica a él. 

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