29 marzo, 2012

NADA ES PARA SIEMPRE

Nada dura para siempre, es más, más bien todo lo que nos rodea es efímero y lo peor de todo es que solemos darnos cuenta cuando ya ha pasado. Confiamos en que ese helado nunca se termine, que no llegue la hora de volver a casa o de decir adiós. Y en el momento, en que a solas nos paramos a pensar y vemos como recuerdo la noche de ayer o los cinco minutos anteriores nos entra un pánico solamente comparable a un salto al vacío.

Por despistados en algunas ocasiones y por confiados en otras, a menudo dejamos escapar oportunidades que no volverán y que por más que lo intentes, te pongas la misma ropa que llevabas ese día o una sonrisa prácticamente idéntica con la que saliste de casa, nada volverá a ser igual. Ni aunque repitas escrupulosamente todos y cada uno de los pasos hacía ese lugar que se convirtió en especial, es bastante probable que esta vez ya no tenga esa magia. La esencia de los momentos, situaciones y personas se difumina en el mismo momento en que volvemos a caminar por ellos a modo de recuerdos.
Es cuando a base de ver tu vida desde una tercera perspectiva, te levantas de la butaca olvidándote las palomitas y empiezas a exprimir cada milésima de segundo, a besar lentamente, a perdonar rápido y vivir intensamente. Porque se escapa de nuestro control esa llamada que lo cambiará todo, ese adiós inesperado o ese salto al vacío obligado que nos recordará que nada es para siempre.  

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