No me había dado cuenta hasta hoy
de que la vida, tú vida, nuestra vida es como una autopista en la que a veces pisas
el pedal del acelerador completamente sin importante la señal que indica el
máximo de velocidad porque quieres llegar lo antes posible a ese destino, a esa
cita, a esa película o al siguiente verano. Y, otras veces, ralentizas cada
paso para alargar la distancia existente ante ese examen final o ese adiós.
La verdad es que nos pasamos la
vida corriendo de un lado para otro, siempre con prisas, con un destino siempre
fijo y pensando qué decir y cómo hacerlo cuando lleguemos allí. Solamente los
semáforos en rojo y los atascos nos prestan unos minutos para no pensar porque
en cuanto la luz verde se encienda, volveremos a pisar el pedal del acelerador
como si esa fuese la fórmula para hacer llegar antes ese verano en la playa.
Pero lo que no sabemos, es que son esos desvíos desconocidos los que harán caer
nuestros planes. Ese desvío que tomas solo para saber a dónde te lleva será el
que te enseñe por sorpresa aquello que estabas buscando en la dirección
equivocada. Porque a quién no le ha pasado que ha encontrado algo cuando ha
dejado de buscarlo solo porque lo estaba haciendo en el lugar equivocado…
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