09 julio, 2012

UN VIAJE DE ALTO RIESGO

Para la mayoría de los mortales la vida no suele asentarse sobre una alfombra roja ni solemos desayunar con diamantes. Un alto porcentaje de la población tiene preocupaciones desde que suena el despertador hasta que vuelve a apoyar la cabeza en la almohada por la noche y en muchas ocasiones el trabajo, el dinero o el amor nos quitan horas de sueño. Pero las preocupaciones no son algo que aparezcan con la mayoría de edad sino que pueden aparecer desde que eres pequeño.

Nadie nos advirtió cuando sacamos el billete de la vida que esta no sería nada fácil ni que estaría llena de obstáculos y barreras que sortear. La primera vez que comenzamos a dar nuestros primeros pasos nos lanzamos a la aventura, sin arnés ni colchón que amortigüe la caída pero tras unas tímidas lágrimas conseguimos levantarnos y volver a intentarlo. Ese primer día no conseguimos andar solos ni el segundo ni tan siquiera el tercero, es más, pasarán muchos días, nos caeremos varias veces con cada intento pero con el empeño y constancia de repente llega el día en que escuchas a tu madre orgullosa decir “míralo, él solito”.
Cuando creces te das cuenta de que la vida te sorprende con giros inesperados, baches ocultos pero nunca con una marcha atrás. Puedes pensar en abandonar o puedes amoldarte a cada giro y atravesar cada bache con el menor dolor posible. Pero si escoges la segunda opción será ahí cuando descubras que la clave del éxito reside en crecer con cada golpe, con cada fracaso y con cada desilusión. Solo entonces comprobarás que el billete tenía mucha letra pequeña pero que solo hay un viaje por vivir y que merece la pena curar las heridas, disimular las cicatrices con maquillaje y seguir viajando. 

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