Nadie nos advirtió cuando sacamos
el billete de la vida que esta no sería nada fácil ni que estaría llena de
obstáculos y barreras que sortear. La primera vez que comenzamos a dar nuestros
primeros pasos nos lanzamos a la aventura, sin arnés ni colchón que amortigüe
la caída pero tras unas tímidas lágrimas conseguimos levantarnos y volver a
intentarlo. Ese primer día no conseguimos andar solos ni el segundo ni tan
siquiera el tercero, es más, pasarán muchos días, nos caeremos varias veces con
cada intento pero con el empeño y constancia de repente llega el día en que
escuchas a tu madre orgullosa decir “míralo, él solito”.
Cuando creces te das cuenta de
que la vida te sorprende con giros inesperados, baches ocultos pero nunca con
una marcha atrás. Puedes pensar en abandonar o puedes amoldarte a cada giro y
atravesar cada bache con el menor dolor posible. Pero si escoges la segunda
opción será ahí cuando descubras que la clave del éxito reside en crecer con
cada golpe, con cada fracaso y con cada desilusión. Solo entonces comprobarás
que el billete tenía mucha letra pequeña pero que solo hay un viaje por vivir y
que merece la pena curar las heridas, disimular las cicatrices con maquillaje y
seguir viajando.
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