26 agosto, 2012

SECRETOS DE UNA NOCHE DE VERANO


Ahora que el sol ya se escondió y que solo nos ven las discretas farolas te voy a decir la verdad. Siempre me gustó tener todo planificado, los días organizados punto por punto y hasta el futuro más lejano que te puedas llegar a imaginar. Todo, absolutamente todo lo tenía calculado al milímetro porque la idea de dejar algo a la improvisación era algo que realmente me daba pánico. 

Y entonces comienzas a planificar tu vida, toda tu vida. Eliges tu carrera a varios años vista, planificas viajes con meses de antelación, incluso llegas a pensar el nombre que tendrán tus hijos. Creyendo que todos los planes se cumplirán y que aquellos errores que sin querer cometes pasados un tiempo podrás eliminar y hacer como que no existieron. Pero de repente te das cuenta con el primer desliz, con el primer arrepentimiento que no puedes borrar ni siquiera cambiar un ápice de su esencia. Podrás borrarlo de tu mente después de mucho entrenamiento pero la verdad es que cuando menos te lo esperes volverá a resurgir en forma de recuerdo. Y es entonces cuando das la razón a la realidad.   
Cuando te das cuenta de que de nada sirven los planes es ahí cuando decides vivir sin marcar la cruz en el calendario. Porque la verdad es que por muchos planes que hagamos la vida siempre nos va a tener una sorpresa en la manga y después de todo, como pasa en las buenas películas, la acción y el suspense deben reinar hasta el último momento. Así que no nos queda más que comprar palomitas mientras improvisamos la escena actual.

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