20 enero, 2013

NO PRETENDO PASARME AL LADO DE LOS VALIENTES



Y la verdad es que somos cobardes por naturaleza. La mayor parte de los mortales lo son. Mínimo es el grupo de aquellos valientes que nacen sin miedo a nada ni nadie. Todos, más o menos visible, tenemos nuestro talón de Aquiles. Los miedos son de lo más variado, desde el miedo a la oscuridad, al monstruo del armario, al payaso de sonrisa infinita, a las agujas, a la verdad, al fracaso o a la soledad. Por más que pasen los años, por más valientes que nos creamos, la verdad es que ese miedo nos acompaña toda la vida y solo nos queda aprender a vivir con él. 

No tenemos que pretender pasarnos al lado de los valientes, tenemos que vivir siendo conscientes de nuestros miedos pero sin salir corriendo cuando lo tengamos delante o ser capaces de mirarle a los ojos, al menos, diez segundos. Porque en el fondo los miedos son obstáculos que aparecen en nuestro camino en forma de película de terror, de vacuna o de conversación sincera que nos recuerda que somos humanos, con nuestros miedos y fortalezas. 

Cuando seamos capaces de mirar el armario sin miedo a encontrarnos a ese monstruo que vive allí, cuando seamos capaces de afrontar un fracaso o de decir completamente toda la verdad sin más dilataciones no nos habremos convertido en seres inmortales que no tienen miedo a nada, sino que habremos sorteado ese obstáculo que se presentó de improvisto en nuestro camino pero lo habremos hecho de frente y con la seguridad que nos da conocernos a nosotros mismos. Y, por suerte, el sabor de boca de esa victoria de la que hablo solo lo conocen esos cobardes por naturaleza.

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