13 marzo, 2013

EL JUEGO DE SACOS


Una vez en párvulos una profesora nos enseñó el juego de los sacos. Nos explicó que tendríamos que separar los objetos según su color. Para ello había cuatro sacos diferentes, cada uno con un color distinto: estaba el rojo, el amarillo, el verde y el azul y nuestro reto era colocar cada pieza en su saco correspondiente dependiendo de su color.

Desde entonces aprendí a organizar mi vida en sacos. Fui metiendo en cada uno de ellos todo tipo de realidades, personas, instantes, trabajos, recuerdos… En fin, todo. Quizá esa maldita enfermedad que día a día echa un pulso al tiempo y siempre gana cobrándose su victoria en un recuerdo menos para la persona que la sufre y que me resulta tan familiar, incrementó el afán por querer clasificar y guardar para una posteridad todo lo que me iba sucediendo. 

Poco a poco los sacos fueron aumentando su figura y en más de una ocasión pensé en hacer limpieza general porque, probablemente, los había llenado con momentos sin importancia pero entonces recordé el motivo por el que decidí hacer mi particular juego de sacos. Cada uno de los sacos estaba formado exactamente por aquello que le daba nombre y distinguía del resto de sacos. Ni siquiera el saco de “momentos para olvidar” era superfluo. Todo lo contrario. Justamente ese saco junto al resto de sacos negativos eran tan o más importantes que los positivos porque sin los primeros, seguramente, no habría podido completar los segundos ya que, como ocurre a diario, son los errores cometidos, los intentos fallidos o los choques contra la pared los que nos han encaminado hacía la decisión correcta. 

Y es que, lejos de tirar esos tachones o de reciclar esos “para olvidar” lo más aconsejable es tenerlos bastante a la vista, quizá en el estante más alto pero también más visible para no perderlos nunca de vista y no volver a cometer otro “para olvidar” que nos aleje de lo que realmente queremos en cada momento. Porque después de todo, no hay recuerdos malos sino experiencias almacenadas en sacos de colores.

1 comentario:

  1. A veces no está mal recordar lo que pasó para volver a sentir lo que sentiste... Aunque la buena sensación solo dure un segundo y el dolor mil años

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