Pero esta vez no era igual. Aunque
su llegada se asemejaba mucho a las anteriores, los nervios no aparecieron en
los primeros días ni tan siquiera esos sentimientos contradictorios que
enfrentan la nostalgia de lo que queda atrás y la ilusión de lo que viene.
A pesar de que el despertador de
la habitación de al lado recuperó la constante y volvía a sonar como siempre lo
hacía por estas fechas, lo cierto es que el mío, esta vez, no lo hacía. Y esa
era una de las novedosas y raras consecuencias de esta temida llegada.
Llegó él como siempre lo hace,
pero esta vez llegó distinto, simplemente diferente y su equipaje algo
misterioso que habría que descubrir poco a poco con el otoño. Llegó él,
Septiembre.
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