23 junio, 2014

UN VIAJE A LAS ENTRAÑAS

A lo largo de nuestra vida atravesamos multitud de parajes, cruzamos centenares de puentes y nos perdemos una y otra vez en mitad de un bosque al que entramos con el único propósito de encontrar una luz que nos ilumine el camino. Cada uno de estos pequeños viajes se van archivando automáticamente en nuestra memoria a modo de experiencias. Y los hay de todo tipo, viajes que apenas duran unas horas, viajes funcionales y puramente burocráticos, por placer o por necesidad. Pero pertenezca a la categoría que pertenezca un viaje siempre surtirá efecto en el viajero, y para darse cuenta de este hecho solo hace falta tener un poco abiertos los ojos y los oídos en un aeropuerto o en una estación de trenes. 

Coger un avión que te lleve a la distancia exacta, lo suficientemente lejos para extrañar tu hogar y lo bastante cerca como para volver a él en cualquier momento, es un billete fácil de adquirir pero que pocos se atreven a comprar. Y es que desde el mismo momento en que procedes a embarcar en ese viaje que promete hacer las veces de curativo y depurativo al mismo tiempo, te estarás embarcando en un viaje de ida pero no de vuelta. Ya lo dijo el gran Gabriel García Márquez, viajar es volverse mundano, es conocer a otra gente para después volver a empezar. 

 

Todos los viajes, sean del tipo que sean, llevan implícito un concepto que todos aceptamos en el momento en que confirmamos haber leído y estar de acuerdo con los términos del contrato establecido: aceptamos a la distancia como única compañera de viaje. Y esta no es una condición asequible. La distancia es quién te brindará tiempo para invertir en ti mismo durante tu estancia, quién te dará la libertad de la que quizá antes no disfrutabas pero será, también, quién haga temblar los cimientos, pensamientos y sentimientos que construiste desde tú confortable castillo. 

Por ello y a pesar de que todos continuamente nos estemos quejando de nuestra falta de tiempo en nuestro día a día, en realidad, preferimos vivir estresados pero cómodamente en el que consideramos "nuestro sitio". Todos volvemos, tarde o temprano, al lugar donde nuestra vida es más sencilla, donde el despertador no nos da tregua y donde los atascos nos hacen llegar tarde al trabajo. Y sí, es cierto, que todos necesitamos viajar cada cierto tiempo, por trabajo, por placer o por necesidad y, aunque, todos volvemos cambiados, en menor o en mayor medida, aun no he conocido a nadie que no haya vuelto de alguno de sus viajes. Quizá la distancia supone muchas horas consigo mismo y, quizá, nadie está preparado para pasarlas destruyendo y reconstruyendo sus principios continuamente, quizá...




No hay comentarios:

Publicar un comentario