05 noviembre, 2015

CORRER NO ES DE COBARDES

Creo firmemente en la idea de que siempre hay una razón por la que una persona corre, siempre. Puede ser deportiva, personal, laboral, psíquica o figuradamente, pero existe ese algo que empuja a alguien a salir corriendo. 

Hay quien corre porque después de mucho probar ha encontrado en el running aquello que le llena deportivamente. Están aquellos que quieren mejorar su forma física, bajar unos kilos o complementar la dieta con algo de ejercicio para completar con éxito la operación bikini. También están los que corren tras una nueva oportunidad laboral, un puesto de trabajo que les aporte un cambio de ritmo a su día a día. Hay quien decide salir a correr para despejarse después de una horrible jornada o de un fracaso sentimental. Y están aquellos que salen corriendo en cuanto ven asomar fantasmas del pasado. 
 

Y sea cual sea el motivo por el cual alguien corre, lejos de tacharlo de cobardía, yo lo subrayo de valentía. Porque un cobarde nunca se retaría así mismo, no se plantearía jamás correr una media maratón ni salir de su zona de confort, no apostaría por un nuevo trabajo porque eso supondría volver a empezar, no concibe el sufrimiento como camino hacia el éxito y nunca querría volverse a enamorar por miedo a fracasar. 

Por eso, creo firmemente en que aquellos que corren, ya sea de manera literal o figurada, son unos valientes. Porque no le temen a las adversidades ni a las inclemencias meteorológicas, a las cuestas o al barro, al fracaso o al qué dirán. Porque correr es arriesgarse y de eso saben mucho los valientes y poco los cobardes. 


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